domingo, 26 de enero de 2014

Mi experiencia con el tratamiento quirúrgico de la obesidad (I)

Mi experiencia con el tratamiento quirúrgico de la obesidad (I)



Si estás leyendo esto es porque, probablemente, estás gordo. Sí, así de claro, GORDO. Con mayúsculas, con todo lo que implica, con todas sus letras, con las connotaciones negativas que tiene, con el rechazo que provoca en los demás y en ti mismo.
Gordo, obeso, recio, rollizo, grueso, corpulento, robusto, rechoncho, barrigón, gordinflón, grasiento, fornido, orondo, regordete, cerdo, vaca... El diccionario está repleto de sinónimos y eufemismos de la palabra gordo.
¿Te suenan todos estos vocablos? Seguro que sí, ya que desde hace años, a veces desde la infancia, lo sufres, aunque lo disimules, pero lo sufres, y mucho.
Te lo dice el espejo cada mañana, te lo recuerdan los demás cada día, te lo grita la báscula, te lo restriegan las fotografías y los vídeos, te lo sugiere tu falta de autoestima, tu torpeza, tu fatiga, tu falta de ganas de moverte, tu pereza...
Tal vez seas de los que sigue el tópico del "gordito feliz", ese tipo que disfruta de la vida, que pasa de todo, que se centra en la amistad y la autenticidad, al que no le importan las apariencias, el que no valora ni el físico, ni el qué dirán, ni los números de la báscula...
¡Mentira! ¡Mentira podrida!. Y eso tú lo sabes mejor que nadie, es una gran mentira, una mentira tópica usada hasta la saciedad que, a fuerza de ser repetida una y otra vez, consigue convertirse en "verdad". Una verdad que nadie cree, ni tú, ni ellos. Sí, ellos, los otros, esos seres humanos que te ven cada día y piensan: "pobre, qué gordo está".
Pues bien, yo -que pertenezco al grupo de los gordos, como así me lo recuerdan la báscula y las tallas de ropa- que ya he hecho mil y una dietas, que he adelgazado moderadamente y vuelto a engordar estrepitosamente, que he decidido pasar hambre y no lo he podido soportar; yo que ya había tirado la toalla y estaba resignado a seguir comiendo y bebiendo hasta que un día mi propio cuerpo -yo mismo- me dijese "hasta aquí hemos llegado; no podemos seguir más", he tenido el valor -o la cobardía- de darle una solución drástica al problema de la obesidad, de mi gordura incontrolada y fuera de órbita: me voy a someter a una cirugía bariátrica, me voy a operar.
Para ser preciso, me van a hacer una "gastrectomía vertical", lo que se conoce coloquialmente como "manga gástrica". Esto significa que me van a extirpar más del ochenta por ciento del estómago. Es una medida extrema a un problema extremo. Cuando la fuerza de voluntad falla, no queda más remedio -al menos para mí- que poner un freno externo.
La capacidad media de un estómago adulto es de unos 1500 mls. Tras esta cirugía su capacidad pasa a ser de unos 150 mls. Poco, muy poco ¿verdad?. Creo que me costará acostumbrarme a mi nuevo tamaño de estómago, sobre todo sí pienso que llevo con el mío 54 años del ala.
Antes de tomar esta drástica decisión me he informado exhaustivamente, he consultado con varios especialistas y hemos analizado las distintas posibilidades que tenía. Finalmente, ésta nos ha parecido la mejor opción. Así que, adelante. Ya me he hecho todas las pruebas médicas y el estudio preanestésico. Y ya tengo día para la operación: el miércoles que viene, el 29 de enero de 2014.
Esta fecha la voy a considerar como un punto de inflexión en mi vida. Un momento muy, pero que muy, importante. El cambio más radical que he hecho, y haré, jamás. El paso de una vida en la que beber y comer en abundancia ocupaban un lugar principal -uno de los más importantes- a un estilo de vida nuevo, en el que la comida y la bebida serán un medio para vivir, en vez de un fin, como hasta ahora. Parece un enfoque mucho más sano y maduro. De hecho, estoy convencido de que lo es. Voy a hacer lo correcto, lo sé.
Ahora, a tan sólo tres días de operarme, la seguridad y la objetividad que he tenido estos últimos meses, veo que se esfuma. Me entra una inseguridad importante y me cuestiono si no me estaré equivocando, si la cirugía saldrá bien -seguro que sí, porque el cirujano es de lo mejor que hay en Madrid y es experto en estas técnicas-, si no se complicará algo en la anestesia, si me despertaré en perfectas condiciones, si tendrán dificultad para intubarme, etc.
O sea, ha hecho acto de aparición el maldito y fatídico miedo. Bueno, no quiero darle más importancia de la que tiene, supongo que es la reacción más lógica y más humana cuando uno está a punto de darle un giro tan dramático e irreversible a su vida.
¿Me adaptaré bien a comer cantidades tan pequeñas? ¿Me afectará psicológicamente? ¿Cambiará mi vida social?
Creo que la respuesta, sobreponiéndome a la angustia que ahora me atenaza, es que sí me adaptaré a comer poco y bien, que psicológicamente me voy a sentir muy bien, según vaya bajando peso y estando más ágil física y mentalmente, y que mi vida social será mejor que la que tengo ahora, sólo comeré menos cantidad, más escogida, más sana y sin refrescos ni alcohol. Mi cerebro, mi hígado, mis rodillas y todo mi cuerpo lo agradecerán.
Cuando el colesterol, los triglicéridos, las transaminasas, la glucosa, la tensión arterial -y muchas cosas más- se normalicen, voy a sentirme como nuevo.
Empezaré a hacer deporte otra vez: jugar al raquet, correr, montar a caballo. Dejaré de pasarme las tardes tirado en el sofá, durmiendo y viendo la televisión. No tendré que usar el CEPAP para dormir sin episodios de apnea. Me compraré la ropa que me guste sin pensar si la tendrán en el departamento de tallas especiales. Podré bajar a la piscina a nadar y a tomar el sol sin miedo a que me vean los vecinos. Recomendaré a mis pacientes que pierdan peso sin sentirme incómodo de cómo me ven. Volveré a sentirme atractivo. No me moriré de calor en verano. Podré pasear por el campo y las ciudades sin cansarme y sintiendo ganas de sentarme y descansar.
En fin, ¿puede haber más ventajas para tan pocos inconvenientes? Creo que lo que voy a ganar a cambio de perder casi todo el estómago, es mucho, muchísimo. Es volver a estar vivo, sano, fuerte, activo, contento, seguro. No tendré esa espada de Damocles del accidente cerebrovascular, del infarto agudo de miocardio, del incremento del riesgo de cáncer. Incrementaré mi esperanza de vida en unos quince años, ¡quince! Eso es mucho, muchísimo.
Total, lo que decía, gano mucho, y muy importante, a cambio de una operación de noventa minutos, bastante segura en manos de mi cirujano experto, y dos o tres días de ingreso en el hospital.
Después, a seguir las instrucciones que me den, al pie de la letra y a ver como día a día se invierte el camino de la báscula; de subir y subir, a bajar y bajar. Ya no tendré miedo de pesarme, todo lo contrario, será un placer.
Bueno, estás reflexiones han tenido la virtud de tranquilizarme. He puesto negro sobre blanco el motivo por el que me operaré el miércoles. Y veo que está bien, muy bien. Sé que estoy haciendo lo mejor para mi salud física y mental.
Me recuerda a cuando, hace más de veinte años, dejé de fumar. Fue una decisión vital, como ésta. Nunca me arrepentí y sé que eso me libró de muchos y graves problemas de salud. A lo peor, ya no estaría aquí... Sí, de vez en cuando tomó decisiones difíciles y muy importantes. Pocas veces, pero bien escogidas.
Ánimo, esto pasará y dentro de unos meses ni me acordaré de estos días.
En este momento, peso 114 kgs. y teniendo en cuenta que mido 1,75 mi IMC es de algo más de 37.
¿Tengo algún objetivo de peso? Sí, quiero perder 37 kgs y llegar a pesar 77 kgs. Es un sueño que, en unos seis meses, se va a hacer realidad. Y eso va a ser maravilloso. En agosto espero estar en ese peso  "mágico".
Me voy a tener que gastar dinero en comprar ropa nueva, pero nunca lo habré gastado con más gusto.
En este blog iré contando cómo transcurre todo el proceso. Si alguien en mi situación lo lee, seguro que va a serle útil para ayudarle a tomar una decisión y encontrar su camino a la salud y a la estética.
Ánimo, Rafa. Tú, puedes. De los cobardes nunca se ha escrito nada.